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El Chulla propiamente dicho

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El “Chulla Romero“ y Flores de Jorge Icaza

Jorge Icaza identificó dos tipos de chulla, ambos afiancados a la clase media, unos en escalones más favorecidos de este grupo y otros, en la barrera más pauperizada de la misma.

Icaza tuvo un íntimo conocimiento del medio quiteño, sobre todo en los años 20 y 30, en que lució indudablemente  sus características de chulla.

El chulla medio, pero de mejores posibilidades, generalmente provenía de grupos mejor situados que habían perdido poder, de allí su manía nobiliaria en ocasiones; solía ser acogido en círculos de élite, por su gracia y conversación; experto en explotar -sanamente si cabe- a los provincianos.

Eran admirados por la clase popular y recelados por la media, pues en ésta, sus miembros buscaban personas de poder para lograr movilidad social ascendente.

“Chulla Romero y Flores“ de Jorge Icaza.

La segunda categorización, escondía verdaderas actitudes estoicas, conocemos caso de chullas que  no habían comido tres días, pero cuyo ánimo se mantenía igual; solían ser burócratas de menos cuantía, amanueses de ministerios o juzgados o recaderos de despachos de importantes abogados.

Los chullas de los dos grupos adorabana el pasillo. Ambas clases también tenían que saber tocar guitarra, y saber tomar Mayorca, no tenían en grupos pujos de tragos finos. Parte de sus actividades de la tarde y de la noche eran compartidas por damiselas de vida airada, que querían y admiraban al chulla y generalmente no le cobraban por sus amorosos servicios.

En Quito circuló y aún circula la versión de un chulla de clase media, cuya camisa tenía solo pechera, cuello y puños, cuyas medias tenían muchos huecos sin remendar y cuyos zapatos, bien lustrados no tenían suela.